El Periódico - edición impresa Opinión
ARTÍCULO // APUNTES DEL SUBSUELO
CALIDAD DE VIDA
• Los jóvenes españoles de hoy son la primera generación que vivirá peor que sus padres
Hace unos días, se coló en el Telenotícies Vespre una información aterradora que, curiosamente, era narrada por el periodista (y me temo que asumida por el espectador) con una tranquilidad pasmosa, como si aquí no pasara nada especialmente grave. Se trataba de un informe de próxima publicación según el cual los jóvenes españoles de ahora mismo constituyen la primera generación en siglos cuya calidad de vida será inferior a la de sus padres. Para ilustrar la tesis, el noticiario ofrecía breves entrevistas con algunos de los afectados, quienes mostraban un fatalismo muy similar al de periodistas y espectadores, como si no hubiera más cera que la que arde, cada palo tuviera que aguantar su vela y, parafraseando al gran Sandro Giacobbe, la vida fuera así y no la hubiéramos inventado nosotros.
Y a otra cosa, mariposa (por seguir con las frases hechas). Siguiente noticia. Prosiga el espectador con su cena y continúe el mileurista asistiendo al inacabable cursillo de supervivencia en que se ha convertido su vida.
Personalmente, considero esta noticia una de las peores del año. Uno ya sabe que el mundo progresa poco y a trompicones, pero quiere creer que siempre hay esperanza. Cosa que resulta difícil cuando te enteras de que tu hijo va a vivir peor que tú. ¿Y cómo hemos llegado a esto? Supongo que el informe en cuestión aportará datos, pero hay algunos tan obvios que no necesitan del ojo de un experto: los sueldos permanecen inalterables desde los años 80, mientras que el precio de la vivienda --ya sea ésta de compra o de alquiler-- no ha parado de subir; desaparecido el espantajo del comunismo y consagrado el capitalismo como único entorno posible, las empresas imponen su ley y quien no la acate se queda fuera del mercado de trabajo; los sindicatos tradicionales no se sabe qué función cumplen más allá de firmar cualquier cosa que les pone por delante el patrón (¿es casual que la inmensa mayoría de los últimos despedidos de Seat --entre los que, por cierto, se hallaba el hijo de mi asistenta-- pertenecieran a un sindicato minoritario acusado veladamente de intransigente por UGT y CCOO?); los afectados se muestran incapaces de erigirse en grupo de presión y se impone el individualismo mal entendido; nadie protesta por nada y las únicas muestras de rebelión juvenil existentes no pueden ser más penosas, como bien saben los sufridos habitantes de Grí cia que acaban de soportar las últimas jaimitadas alternativas de los habituales mamarrachos pseudoantisistema...
Pero si hemos llegado a esta situación será, digo yo, porque se han hecho mal las cosas. Y tal vez nuestra clase política, si no estuviera tan ocupada gestionando símbolos, podría preguntarse en qué ha contribuido a que los hijos vivan peor que los padres o a que la clase media se esté ahogando en el océano que hay entre los ricos y los pobres. Un pequeño examen de conciencia, seguido del necesario propósito de enmienda, resultaría muy de agradecer. Y, quién sabe, tal vez nuestros padres de la patria deberían leer a J.G. Ballard, quien, en su novela Millenium people, narraba un motín en Londres de la clase media, convertida por culpa de la inoperancia de los políticos en el nuevo proletariado. Un motín plenamente justificado a cargo de una gente que sostiene el sistema y sólo recibe desplantes de éste.
No sé a ellos, pero a mí se me antoja un escenario muy verosímil que cuando se produzca convertirá a los perroflautas en monaguillos.
Noticia publicada en la página 6 de la edición de 3/7/2006 de El Periódico