SELECCIÓN
Hace unos días, con una carga de estrés que ya no podía con ella, decido meterme al agua con un amigo para evadirme un poco, y ya de paso, si había suerte, intentar pescar algo. Tras pensar en la zona, decidimos coger el coche y hacernos unos kilómetros hasta su zona pesquera, que obviare de decir, aunque era permitida.
Al llegar, vemos que vamos a pescar en una autentico río, las olas grandes y la fuerte corriente daban respeto, pero nos podía la sed de sal.
Enfundándonos los trajes y encomendándonos a Neptuno, entramos en la marea luchando por avanzar entre las olas.
El compañero hacia bajada tras bajada y en cada una de ellas, subía con una vieja de buen tamaño. Yo por mi parte bajaba, pero no terminaba de ver ese pez que me llamara la atención. Ese que aunque fuera el único, llenase el porta pez.
Mientras el amigo continuaba con sus capturas, me aleje un poco, prospectando algo mas de terreno, paso encima de unas piedras, que caían por el otro lado algunos metros.
Justo en una cornisa de la zona que daba la corriente, veo dos cabezas rayadas. Sargos reales¡¡¡¡
Dejo de aletear y me dejo arrastrar por la corriente fuera de su vista. Luego no sin esfuerzo, me mantengo situado justo encima de la piedras y trato de ventilar como puedo mientras pienso en la estrategia a seguir. La corriente me esta cansando sobremanera y eso se nota.
Cuando me siento preparado, tomo todo el aire que puedo y noto toda la corriente sobre mi cuerpo, me empuja y me mueve como si no pesara nada. Llego al fondo y tengo que arrastrarme agarrándome a la vegetación, por que la corriente no me quiere dejar allí.
Acecho hasta el corte de la piedra, meto la punta del fusil y empiezo a asomarme, poco a poco. Un poco más pienso. No los veo. Un poco más. Ahí están¡¡¡¡ uno pequeño pero tirable y el otro más grande.
Elijo la presa, me concentro, el tiempo parece haberse detenido. Saco un poco más el fusil. No me han visto. Solo tengo el sargo en mente, acaricio el gatillo y lo empiezo a presionar mientras termino de estirar el brazo. Pero justo en ese instante, otro sargo mucho mas grande sale por la izquierda. Entre la sorpresa y la alegría decido indultar el primer objetivo y cambio de planes. Unas décimas de segundo después, el sargo se luchaba por su libertad, aunque ya era demasiado tarde.
He aquí la prueba.