Estoy enamorado de mi zona de pesca. Y no precisamente por la cantidad de capturas, sino porque su paisaje forma parte de mi existencia.
Ir a pescar significa para mí algo más que la ilusión por sacar las cañas con la esperanza de disfrutar viendo a la boya hundirse en la profundidad. Significa una jornada de relax, de contemplación sumido en mi propios pensamientos. Es una ocasión que se me presenta circustancialmente y menos a menudo de lo que desearía. Es mi válvula de escape.
Suelo ir con mi esposa, y a pesar de no practicar la pesca, participa de mi afición. Es la ocasión perfecta para compartir una jornada fuera del ambiente habitual que de lunes a sábado nos atrapa en la monotonía estresante de casa-trabajo-casa. Ella se sumerge en la lectura y en la contemplación del entorno mientras mi mirada se clava en el corcho.
Realmente nos gusta mucho el mar.
Peeeeeeero... a veces toda ésa poesía se vá al carajo cuando miras a tu alrededor y no paras de ver la de mierda que dejan los pescadores.
Pregunto... ¿ tanto trabajo cuesta recojer las latas de cerveza, los anzuelos, las cajas vacías de cebo, el papel de plata hecho bola de los bocatas, las líneas que se rompen, las colillas, etc. etc. ???
¿ Tanto cuesta recojer la mierda de uno mismo ?