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carcharodoncarcharias

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  1. Bueno, sea realidad o ficción, lo cierto es que uno se rí­e desde que comienza hasta que se acaba, y más... La duda que tengo viene del personaje escogido para interpretarla: ¿Por qué un gallego? ¿Acaso los naturales de Galicia tienen alguna fama especial? Disculpen mi incultura al respecto.
  2. Hola Como lo prometido es deuda, aquí­ va un post sobre cangrejos en Cuba. Es algo largo, pero es que todaví­a no he podido desarrollar un adecuado poder de sí­ntesis. Saludos, Llevaba dos meses preparando una salida de pesca con mis compañeros de trabajo. Hemos formado un “Club†de pesca informal, que agrupa a unas quince personas, todos interesados en la pesca como deporte. Es un “Club†bastante elemental, yo digo que funciona muy parecido a cómo lo hací­an los primeros grupos humanos en la misma comunidad primitiva: no tiene jefe o responsable, no emplea el papel dinero (aunque lo conoce) sino el trueque y practica el nomadismo. Cada miembro realizaba una función especí­fica dentro de la “comunidadâ€: unos cocinaban sin que nadie se lo pidiera, otros buscaban la leña para el fuego, otros procuraban la carnada y otros sólo salí­an de pesca, así­ de llano, sin hacer otra cosa. Yo era el encargado de procurar el combustible. Así­, de forma espontánea, decidí­amos a dónde irí­amos a pescar y cómo llegarí­amos. Casi siempre la elección era Playa Girón: un pintoresco paraje en la Bahí­a de Cochinos que colinda con la Ciénaga de Zapata, uno de los más grandes humedales o pantanos del caribe y quizás del mundo, al sur de la provincia de Matanzas, Cuba. Se encuentra a 200 Kms de La Habana, pero el viaje es rápido pues las carreteras -sin ser excelentes- están bastante buenas y cómodas. Casi siempre utilizábamos un furgón ZIL, de esos que usaban los rusos hace 35 años y que todaví­a es usual ver rodar por las calles y carreteras de mi paí­s. De una robustez como no se ve en ningún otro camión, el ZIL es idóneo para transportar hierros, troncos de madera, materiales de construcción y cualquier cosa, excepto seres vivos –incluyendo plantas. Cuando uno pasa unas horas sobre ese monstruo sin amortiguadores, parece como si se le hubieran licuado las tripas. Pertenecí­a a la empresa minera de la capital donde trabajábamos y su director lo prestaba de buen grado, pues compartí­a con nosotros su pasión por la pesca deportiva, habiéndose logrado una afinidad tal entre la dirección de la empresa y el sindicato, que el camión siempre estaba disponible cuando los pescadores de la empresa querí­amos utilizarlo. Salimos un viernes a las 12 del dí­a, de manera que llegáramos al pesquero seleccionado antes del anochecer, pero con el sol bajo. Tení­amos de todo: hielo, aví­os, algo de ron, combustible suficiente, comida, carnada... y unos deseos inmensos de llegar a Playa Girón. El lugar seleccionado para montar el campamento principal estaba a 14 Km del pueblo. Es un lugar conocido como “Caleta del Toroâ€. Tiene una explanada de piedras lisas que es poco usual en un lugar plagado de afilados arrecifes que van desde la misma orilla del mar hasta el lugar donde comienza la franja de vegetación que sirve de frontera al monte. El viejo camión se comportó a las mil maravillas. Hubo un momento en que la lluvia no nos dejaba casi avanzar. El problema es que el furgón tení­a tantos huecos en el techo, que lloví­a más adentro que afuera. Decidimos entonces hacer una parada a 80 Km de la Habana y esperar que escampara en una cafeterí­a de comida rápida que hay en la Autopista Nacional. A las cinco horas estábamos llegando a Playa Larga. La carretera que va desde Playa Larga a Playa Girón bordea la Ciénaga de Zapata y por momentos se acerca a menos de 50 metros del mar. Es muy pintoresca, pues la vegetación de la zona es muy variada y además, sirve como “frontera†artificial a dos ecosistemas diferentes: uno costero (al sur) y otro de humedal (al norte). O sea, si uno observa el paisaje por la ventanilla derecha del vehí­culo, encuentra una costa de arrecifes desprovista del más mí­nimo indicio de vegetación. Si observa por la otra ventanilla, puede ver todo un monte tropical sobre el pedazo de tierra más seco que posee la inmensa ciénaga. Si se adentra en el monte, la humedad va aumentando hasta convertirse en un pantano poblado de lianas y fundamentalmente de mangles. A la salida de Playa Larga la carretera hace una curva en “sâ€. El chofer la conocí­a, porque habí­amos pasado por ella varias veces, aunque nunca en Abril. Al detenerse el camión, todos pensamos que era una averí­a: no estábamos acostumbrados a realizar un viaje sin percances técnicos. El cielo permanecí­a nublado, pero no lloví­a. Me bajé del camión y avancé unos pasos hacia la cuneta de la carretera. Fue entonces que pude observar la causa de la detención del camión. A lo largo de la carretera y hasta donde alcanzaba la vista, se extendí­a una nata de cangrejos que marchaban en la misma dirección: de norte a sur. Millones y millones de individuos se desplazaban rí­tmicamente a desovar en el mar. Todos avanzaban mirando al este, hacia la posición donde se encontraba el sol. Para que se tenga una idea de la solidez de la mancha, no era posible dar dos pasos por donde marchan los cangrejos sin pisar alguno. En un metro cuadrado de superficie se pueden contar no menos de 25 cangrejos. Un sencillo cálculo matemático indica que una mancha de cangrejos de dos kilómetros de largo en una franja de 7 m de ancho que tiene la carretera posee no menos de 350 000 individuos. Imagí­nense entonces que la mancha de cangrejos se extienda por 15 Km y tenga no menos de 1 Km de ancho: eso arroja un total de ¡375 millones de individuos migrando en una sola noche hacia el mar!. Bueno, volvamos a nuestra historia: El camión se encontraba detenido detrás de una fila de alrededor de diez vehí­culos de turistas europeos, que se habí­an arrimado a la cuneta y sus pasajeros se habí­an bajado a filmar el espectáculo. También temí­an poncharse, pues aunque la macha de cangrejos comenzaba cerca de Playa Larga, se extendí­a por varios Km. Es por eso que prefirieron esperar que pasaran, al menos la mayorí­a. Nosotros estábamos ansiosos por llegar a Caleta del Toro, así­ que después de llenar un par de sacos de cangrejos, continuamos el viaje. Dentro del furgón se sentí­an los chasquidos permanentes de los carapachos aplastados por las ruedas del camión. De color negro y rojo, los millones de cangrejos ermitaños en marcha hacia la orilla del mar constituyen un espectáculo impresionante. Poseen una muela pequeña, que es la más potente, y otra más grande, a veces de más de 15 Cm. La muela grande la utilizan para aguantar la comida, mientras la pequeña es empleada para desgarrar los pedazos que se llevan a la boca. La muela grande apenas puede utilizarse como carnada, por su escasa consistencia. De la muela pequeña y las patas se extrae la mejor carne para carnada. Es algo más dura y consistente. Estos cangrejos no pueden comerse. Poseen una carne blanca muy suave en las muelas, pero por la dieta que llevan cuando están en tierra, en la ciénaga, provocan una disenterí­a aguda y vómitos que deben ser tratados como la ciguatera, o sea, con Manitol. Ahora, constituyen una buena carnada. En la época de la migración de los cangrejos abundan la rabirrubia, el ronco y la biajaiba. Son peces que suelen alimentarse de las huevas de cangrejo, pero que no desdeñan la posibilidad de arrancarles una pata a los progenitores, como “complemento cálcico†de su dieta, por lo que merodean los parajes donde suelen desovar los cangrejos. Cuando llegamos a Caleta del Toro, la afluencia de cangrejos habí­a amainado. Bajamos nuestras cosas del furgón y establecimos el campamento central. Mi hijo y yo nos apartamos alrededor de 500 m del furgón, escogiendo para pescar una punta en el arrecife, a una altura de dos metros sobre el nivel del rompiente. A 4 m de la orilla colocamos nuestras mochilas y cañas, y nos dispusimos a pescar. Es en ese momento que me percato de que muchos cangrejos permanecí­an escondidos en las oquedades de las rocas. Nunca pensé en ese momento los trabajos que me esperaban para la madrugada. La pesca transcurrió como siempre que vamos a Caleta del Toro: sólo pequeños peces eran sacados a caña. Una pintadilla de aproximadamente cinco libras me mordió mi único jig y después de tres saltos espectaculares me cortó el leader, dejándome sin mi preciado señuelo. Llegó la noche y después de comida ya casi no se podí­a sentar uno sin hacerlo sobre los muchos cangrejos que se desplazaban hacia la orilla. A las 11 de la noche le preparé a mi hijo una hamaca entre dos arbustos con la lona que nos serví­a de cobijo, pero al poco rato los mosquitos lo expulsaron de allí­: a gritos me pidió que lo bajara de la hamaca (tení­a 6 años) y lo llevara junto al mar, el único lugar donde los mosquitos no eran insoportables. Claro que fui corriendo y lo traje: ya me imaginaba a su mamá diciéndome: -¡No te vuelves a llevar al niño!. -¡Mira como lo has traí­do, lleno de picaduras y postillasssssss...! Limpié un área de un metro cuadrado, coloqué la manta y sobre ella acosté al niño. Antes de taparlo, ya habí­a tenido que sacar dos cangrejos de entre los pliegues de la manta. Me percaté que si me alejaba un par de metros, me iba a ser imposible evitar que los cangrejos le caminaran por encima. Sin que se diera cuenta, lo cargue y lo llevé al camión, para acostarlo donde pudiera. La cabina estaba ocupada por tres personas. El piso del furgón, mojado. No habí­an bajado las tres grandes hieleras que llevábamos y el agua frí­a escurrí­a de ellas hasta la puerta. El único espacio vací­o estaba ocupado por siete personas (un par de metros cuadrados). Me percaté que allí­ no podrí­a dejarlo. Además, los mosquitos se hací­an sentir también. Regresé a la orilla, a nuestro lugar. Al menos allí­ casi no habí­an mosquitos. Pero habí­an cientos de cangrejos. No habí­a una piedra que no tuviera tenazas. En el silencio de la noche se oí­a el murmullo que provocaban las patas de los cangrejos al arrastrarse hacia el mar. Mientras pude, mantuve al niño cargado con una mano, mientras con la otra sostení­a la caña, ingeniándomelas para hacer unos tiros cortos a fondo. Eso es lo que yo llamo “vicio de pescaâ€. Pero no picaba nada. Decidí­ colocar al niño nuevamente sobre la manta. No podí­a apartarme. Constantemente tení­a que estar apartando los cangrejos, que se le encimaban amenazadoramente con sus tenazas. Tení­a a mi lado un bichero, el que usaba como estaca para matar los cangrejos. Tienen el cuerpo lleno de un lí­quido apestoso que me salpicaba cuando les daba un estacazo. No me podí­a quedar dormido, era como una tortura china no poder dar ni un pestañazo. El niño dormí­a plácidamente bajo el cielo, plagado de estrellas, como nunca puede ser visto en una ciudad y sólo puede ser visto a la orilla del mar en una noche de luna nueva. No veí­a el momento en que el sol saldrí­a: Daba por seguro que al salir el sol, los cangrejos dejarí­an de moverse hacia el mar, esperando la caí­da de la tarde. Los ojos me pesaban como si fueran de plomo y la carita de mi hijo enrollado en la manta me daba una “envidia†envidiable. Al fin amaneció, y con el sol, los cangrejos dejaron de verse casi por completo. Yo permanecí­a sentado justo al lado de la manta donde dormí­a el niño. A nuestro alrededor habí­an más de trescientos cangrejos muertos. Al menos habí­a garantizado la carnada y el engobe de la mañana. Ahora estaba por ver si mi maltrecha psiquis aguantaba la mañana sin dormir. Mi amigo Juan Carlos llegó en el momento en que me estaba quedando dormido y mi hijo se despertaba. -Papá, voy a hacer pipi, quí­tate de ahí­ para coger los zapatos, me dijo. Juan Carlos se los alcanzó y le dijo: -Ven, yo te cargo hasta la orilla y después te llevo a tomar la leche, que ya la están calentando. Recostado sobre una piedra como estaba, me costaba trabajo enderezar las piernas para erguirme. “Esta es la mí­aâ€, pensé, al fin podré tirar un lance... Tomé la caña y realicé uno de los lances más largos que recuerde. Comencé a recoger el jig a un ritmo lento, imprimiéndole a la punta de la caña un movimiento de péndulo horizontal a medida que la lí­nea era rebobinada. La picada no se hizo esperar, y pude ver cómo a 50 m de la orilla un enorme dorado saltaba del agua. ¡Un dorado en la orilla del mar, eso sí­ que es raro!... Comencé a cobrar la lí­nea de 22 lbs y el dorado la recuperaba, sacándola del reel a tremenda velocidad. La punta de la caña siempre alta, como me habí­a enseñado mi amigo Cuza para la pesca de esta especie. Cada salto hacia adelante del dorado, la caña atrás para mantener un mí­nimo de tensión en la lí­nea, y siempre que se pudiera, cobrando. De repente, la lucha amainó y la velocidad del recobrado aumentó. Mi carrete, con una relación 5.2:1 se comportaba estupendamente. “¿Quien iba a decir que un carrete de quince dólares se portarí­a tan bien, eh? Ya el dorado estaba casi en la orilla. Hací­a algunos esfuerzos por alejarse de la costa, pero ya no podí­a sacar lí­nea. Estaba vencido. Con cuidado lo “remolcaba†hacia mí­, tratando de mantener la tensión de la lí­nea y la punta de la caña en alto. Un halón de la caña hacia mí­, y al bajar la punta, lo hací­a cobrando lí­nea al reel. ...Tiene como siete libras, ¡Ya está justo en la orilla, voy a tomar el bichero, que reposa junto a mí­â€... Así­ voy pensando, cuando siento una voz lejana que me dice: -¡Papá!, ¡Papá! Aquí­ tienes tu leche, te la he traí­do. Espero que esté caliente todaví­a... Muy a mi pesar, abrí­ los ojos. Mi hijo sostení­a frente a mí­ un vaso de leche humeante. A cuatro metros detrás de nosotros podí­a ver mi caña, empapada de rocí­o, reposando en el piso, esperando que el dueño se recuperara para ponerse a trabajar.
  3. Buena historia, gorrión. Tiene una enseñanza muy profunda: Siempre es posible ayudar a los demás, por muy difí­cil que sean las circunstancias. Gracias por alegrarnos el fin de semana, amigo.
  4. carcharodoncarcharias

    E L L A...

    Me gusta practicar el catch and release. De hecho, no hay salida de pesca que realice donde no suelte la mayorí­a de las cpaturas que hago. Siempre hago una excepción con el mayor que saque en el dí­a y con las morenas, las cuales "odio". Cuando al inicio dela jornada atrapo uno bueno o que me llene la pequeña hielera que poseo, los que vengan de ahí­ en adelante que sean menores, son devueltos al agua. Cuando salgo embarcado sólo guardo los grandes de verdad, devolviendo hasta los de 5-6 lbs. Ahora, estoy anotado en una competencia anual por puntos, donde todo lo mayor de 20 cms cuenta. Cuando salgo con ese grupo, olvido el catch and release. ¿Estoy siendo injusto???
  5. Hola Gorrión! No. Esos cangrejos, al menos los que se encuantran en esa época en mi paí­s, no son comestibles. Nosotros les decimos "cangrejos ciguatos". Pero sí­ sirven de carnada. Mi hijo los caza "por sacos". Los matamos, los machacamos a golpes adentro del saco (de los tejidos que se utilizan para almacenar patatas) con una estaca y se esparcen en la orilla donde uno está pescando. A esa acción le llamamos "engobe". Siempre dejamos 15 o 20 lbs dentro del saco, le echamos unas piedras (20 o 30 lbs) y lo lanzamos frente a donde pescamos, de manera que caiga al fondo y la corriente no lo arrastre lejos. Entonces, se supone que los peces, al sentir el olor "irrestible" de carne y sangre fresca, vengan a nuestros pies. Otra cosa. Como los caangrejos vienen a desovar a la orilla, las huevecillas (millones) atraen a depredadores mayores. Yo he visto hasta gigantescos tiburones dama cómo se acercan a metros de la orilla a "pasar el cepillo" a las manchas flotantes de huevas de cangrejo. Bueno, si sigo, no podré decir nada nuevo en el post que estoy preparando! Saludos, Fabio
  6. Muchas gracias a todos los que leyeron el relato. Me alegra que lo hayan encontrado interesante. Creo que todos los relatos de pesca son interesantes. Lo difí­cil es hallar tiempo para escribirlos y compartirlos. Espero poder hacer otro. Tengo en mente uno sobre la pesca (¿O caza?) del cangrejo en Playa Girón. Es un espectáculo inolvidable ver como cientosd emillones de cangrejos marchan al uní­sono a copular y desovar, atravesando carreteras y campos. Ya verán!!!. Saludos, Fabio
  7. Hola Gorrión: Tienes razón: Mi hijo ha sido el protagonista de mis últimas 150 salidas de pesca. Tiene 13 años, pero sigue siendo mi chico. Cuando salimos juntos de pesca, "no le quito el ojo de encima". Los lugares que frecuentamos son algo peligrosos: riscos, aguas profundas, lugares resbalosos a la orilla del mar... Si él llega cansado a la casa, yo llego "destruido", con dolor en cada uno de mis huesos. Tenemos sólo una bolsa de dormir, y ya te imaginarás a quién le toca. Nuestras salidas de pesca fuera de la ciudad suelen durar dos o tres dí­as. Dormir dos noches a la intemperie, sobre los arrecifes a la orilla del mar para que no lo piquen a uno los mosquitos, aunque sea abrigado, es algo bastante agotador. El casi ni lo nota. Yo me levanto "molido". Sin darme cuanta, cada vez me cuesta más trabajo seguirlo: Se hace más independiente, camina más rápido, carga más pesos. En resumen, este ajetreo lo ha ido madurando quizás más rápido que al resto de los niños de su edad. Ya no me molesta nunca para que le haga los nudos en la oscuridad de la noche... Extraño esas cosas, pero no le quito el ojo de encima ni un segundo El dí­a de mi casi primera barracuda lo reprendí­ algo. Pero cuando amaneció que me percaté de cómo se le habí­a roto uno de sus viejos zapatos y que no se podí­a mover porque estábamos en el medio de un campo de afiladí­simos "dientes de perros", lo que querí­a era que se abriera la tierra y me tragara. No me dijo, nada, ni siquiera que le comprara unos zapatos nuevos. El próximo lunes le compré unas botas que todaví­a usa (después de varios remiendos). Yo acceso a Internet desde mi trabajo. A veces lo traigo para que se familiarice con estas tecnologí­as de la información y entonces entra a los sitios de pesca y tiendas de aví­os. Qisiera que vieran cómo se le iluminan los ojos... y cómo disfruta de las fotos de capturas que hemos localizado en el web. Si vieras el pie de firma que uso: "hijo soy de mi Hijo..." Es una frase de un libro para niños de José Martí­ (héroe Nacional de Cuba), "Ismaelillo" con el que me siento muy identificado. Es una lata sosa, pero me sirve para desahogarme. Es bonito ver cómo en tan poco tiempo uno puede llegar a conocer a una persona mediante un foro serio como este y sentir cómo piensa. Saludos, Fabio
  8. Esta anécdota tiene como objetivo motivar a los visitantes de este foro que practican la pesca de esta especie a que cuenten sus experiencias. Noviembre del 2001. Acababa de atravesar la isla de Cuba el Huracán Michelle, con categorí­a 4 en la escala Safir - Simpson y vientos de más de 160 Km por hora. En minutos cambió la decoración de todo el litoral sur de las provincias de Matanzas y Cienfuegos. A la altura de Playa Girón los vientos del huracán soplaron de tierra a mar, y las copas inclinadas de los escasos árboles en pie apuntaban sin excepción hacia el horizonte. Dicen los habitantes de esta zona que el mar se retiró cerca de 100 - 12 m de la orilla, dejando en el fondo agua sólo en las cavidades del arrecife o cuevas, abundantes en esta zona. para que se tenga una idea, el fondo en estos parajes suele estar a veces a 10 m de profundidad... También cambió el fondo marino en una franja de 200 -300 m hasta la orilla. Millones de metros cúbicos de arena movidos por la fuerza de las corrientes y las olas taparon las pulidas losas y hoquedades que conformaban el hábitat de especies endémicas de los arrecifes de coral, como la biajaiba y el ronco. En resumen, no se observaba en millas de costa nada más parecido a un desierto submarino. Los peces demoraron meses en regresar a sus escenarios de vida de antes del "Michelle". Sólo algunos porfiados pescadores acudí­an a los antes concurridos arrecifes de un pesquero conocido como "Caleta Buena", a 8 Km del poblado más cercano, Playa Girón. Del centro de buceo que existí­a en el lugar no quedó ni rastro, y la fuente de agua potable más cercana estaba estaba en Playa Girón. Entre esos "porfiados" pescadores estábamos mi hijo y yo, quienes visitábamos ese escenario por enésima ocasión. Nunca habí­a capturado una barracuda. Llevaba pescando en la orilla tres años desde que un amigo me introdujo en este deporte que me robó el alma y la tranquilidad (ahora no veo llegar el dí­a en que me puedo escapar de pesquerí­a). Ese dí­a lo habí­a pasado pescando pequeños roncos y Jení­guanos, dos especies de peces de arrecifes de coral, amarillos, que son empleados como carnada natural para capturar especies mayores al caer de la noche. Excepto ellos, nada "picaba". Tení­a un vivero con varias decenas de ellos, y sólo habí­a soltado uno anteriormente "al vivo", como se le llama en Cuba a la pesca con un cebo vivo desde la orilla. Eran las 4 AM cuando me decidí­ a soltar mi "vivo". Era un ronco de una cuarta de largo, amarillo, muy activo, que permanecí­a en el vivero desde antes de las 8 PM del dí­a anterior. Bajo la aleta dorsal le clavé un anzuelo No 7 atado a un leader de acero de cuatro y medio pies de largo, unido a una lí­nea de 30 lbs (300 mts) enrollada en un carrete de madera. A la distancia de 10 pies a partir del sebo amarré dos condones llenos de aire, para que el ronco no pudiera bajar a más de esa profundidad. Para que la lí­nea no se hundiera y la "honda" formada entre los condones flotantes y el carrete desde el cual yo la soltaba no trabara la lí­nea con las irregularidades del fondo, cada diez metros de lí­nea mi hijo colocaba un pedazo de espuma de poliuretano que la hací­a flotar. Comezó a salir el cebo: 10 - 20 - 30 m y más. El aire de terral empujaba los condones y arrastraban el cebo hacia mar adentro mientras yo sacaba lí­nea del carrete. Esto se prolongó por aproximadamente una hora, hasta que el sebo se alejó 150 m de la orilla. Ya no "halaba" más: el ronco se cansó o el aire dejó de soplar, por lo que decidí­ "marcar" el carrete. Le saqué diez metros de lí­nea que coloqué en el piso en un ligar llano, le coloqué en el centro una lata de cerveza vací­a rellena de piedrecillas, y lo aseguré con una piedra. El cansancio me rendí­a: eran las 5.00 Am y no habí­a dormido en toda la noche. todaví­a el Sol no se asomaba en el horizonte. Mi hijo dormí­a a mi lado, envuelto en una manta, y yo cabeceaba cuando sentí­ la lata sonar. No atinaba a encontrar la lí­nea. El carrete se encontraba a menos de 20 cm de la orilla cuando logré atraparlo. Tranqué el giro de este, haciendo presión con la mano, y la lí­nea comenzó a estirarse. Miré el reloj: 5.05 AM. "Buena hora", pensé, mientras no cedí­a a la presión del pez. Tampoco cedió la lí­nea. EL mar estaba más llano que una laguna, por lo que pude sentir el bregar del pez. Habí­a un silencio que quedó roto por mis gritos, pidiéndole a mi hijo que se levantara a buscar un "bichero" en el furgón. El desplazamiento hacia el este del pez me obligó a darle lí­nea, no más de diez metros. Se volvió hacia el oeste, y sentí­ como la tensión se hací­a irresistible para la lí­nea. Volví­ a soltar 10 metros más, cuando en el reflejo de luz que la luna proyectaba sobre las tranquilas aguas pude ver la silueta del pez al saltar: "una Barracuda: metro y medio o dos", pensé. Empezé a cobrar lí­nea y el pez a ceder. En la disminución de la tensión y el ruido al caer sobre la llana superficie del agua podí­a sentir sus saltos fuera del agua. Miré el reloj: 5: 25 AM. Mi hijo no aparecí­a con el "Bichero" y yo ya cobraba lí­nea como un condenado. A ese ritmo de un metro por brazada, en dos minutos el pez estaba fuera. Estaba vencido. Sólo a intervalos de 6 - 10 brazadas hací­a un postrer esfuerzo por alejarse de nuevo al este, pero ya no podí­a conmigo. El corazón no me cabí­a en el pecho. Las manos me resbalaban, por lo que empezé a cobrar directo al carrete para no volver a dar al pez oportunidades no ganadas. Se me armó tremendo "enredillo", pero eso era secundario: mi primera Barracuda vení­a directo a mis manos. Los últimos quince metros de lí­nea antes de llegar al lí­der. Noto que está "rozada" por los afilados arrecifes del fondo. cada vez más "rozada". Ya veí­a al pez. Vení­a panza arriba, agotado por el esfuerzo y mi hijo no aparecí­a con el dichoso "bichero". Ya el pez está en la orilla. -¿Habrá muerto?, pensé. No se moví­a, ni siquiera las poderosas mandí­bulas. -Bueno, como no se mueve, aunque no tengo el bichero, podré sacarlo del agua halando la lí­nea hasta alcanzar el leader. La altura desde el agua hasta el lugar donde yo me encontraba es de 5 - 6 pies, y de leader habí­an 4 pies... -¿Qué pasa que no alcanzo la punta del leader?... Eh! de la boca del pez se asoma un tramo de uno o do pies de leader, se ha tragado el resto. No alcanzo la punta y mi hijo no llega... Usted va aver que este se me escapa... - ¿Y si lo levanto del agua por la lí­nea? Déjame probar... Se demora uno en contarlo, sí­, pero son sólo segundos... Al primer halón, muy suave, para levantar al pez, me percato que no debe pesar menos de 50 lbs. - "Déjame ver si llego a la punta del leader"... En el mismo momento que me disponí­a a cojer la punta del leader, sentí­ como el peso del pez, ya salido hasta la mitad del agua, partí­a la lí­nea a escasos 15 Cm de mis manos. La blanca panza del pez se deslizaba hacia el fondo, mientras mis manos se crispaban sobre el "rozado" y partido monofilamento y mi boca maldecí­a a los cuatro vientos. Un lí­quido pastoso caliente me corrí­a por la mano derecha y caí­a al agua. Era sangre. A lo lejos oí­a la voz de mi hijo, que corrí­a endemoniadamente en la oscuridad sobre los agudos arrecifes y gritaba "Aguanta, papáaa, ya voy llegando... Fin. "Por suerte, no siempre ha sido así­..."
  9. carcharodoncarcharias

    EL ENCUENTRO

    Hermoso relato. No sé por qué, pero aquellos que amamos la pesca somos, como regla, buenas personas, muy amistosas y compartidoras. Juntos solemos pasarla bien y a veces surgen amistades que duran toda la vida. Qué bien que esto sea así­!!!! Saludos,
  10. Se empieza por especies prohibidas o en peligro de extinción, después, se pasa a comer seres humanos (ver www.rotten.com). Vaya, que con tantos alimentos que proporciona la naturaleza, no es ético zamparse a los que se están extinguiendo. Las especies que corren peligro no deben servir para saciar el apetito, a no ser que uno se está muriendo de hambre, que no es el caso de los japoneses. Es algo parecido a lo que ocurre en Bolivia: se cultiva la coca por pura necesidad de supervivencia y no por hacerse rico. so no es reprobable, a menos que vaya acompañado con una acción (o dinerito)para cambiar el satus quo.
  11. Vale, Gorrión! Eso de los efectos secundarios de los afrodisiacos sí­ que me es nuevo. Espero, por la salud de mi hijo, que los frijoles, el pan y el arroz no tengan el mismo problema... Un saludo,
  12. Les adjunto un artí­culo aparecido hoy en BBC. Parece como si nos estuvieran leyendo... Salvados por delfines Un grupo de salvavidas que entrenaba en una playa de Nueva Zelanda vivió una experiencia inolvidable pero, según los expertos, no inusual: ser salvado por delfines. Los delfines formaron una especie de cadena defensiva a torno a los salvadidas. El hecho tuvo lugar cuando un ejemplar de gran tiburón blanco -de tres metros de longitud- irrumpió en una zona de entrenamiento, a escasa distancia de los salvavidas. De repente, éstos vieron cómo media docena de delfines los roderon nadando en forma de cí­rculo. Los cetáceos, extremadamente agitados y batiendo el agua con sus colas, formaron una especie de cadena defensiva a torno a los salvadidas durante unos 40 minutos. La operación no terminó hasta que las personas -tres salvavidas y la hija adolescente de uno de ellos- fueron conducidas por los delfines a un área segura. Ayudar a los necesitados El drama tuvo lugar en una playa de Whangarei, en North Island, hace tres semanas, pero es ahora que se da a conocer. Los 4 neozelandeses que vivieron la experiencia no tienen dudas de que los animales actuaron "deliberadamente". De acuerdo con biólogos marinos, este tipo de actitud no es inusual en los delfines, considerados como unos de los mamí­feros más inteligentes. En opinión de uno de estos especialistas, los delfines tienen una tendencia a "ayudar a los necesitados". Los cuatro neozelandeses que vivieron la experiencia no tienen dudas de que los animales actuaron "deliberadamente". Tampoco dudan que recordarán por siempre los sucesos, particularmente uno de ellos, que tomaba parte en su primer dí­a de entrenamiento. Para ver las fotos, puede usar esta URL: http://news.bbc.co.uk/hi/spanish/science/n...000/4039039.stm.
  13. Hola, Lubinio. Nos alegra tenerte en el foro . Espero que lo disfrutes, como yo. Saludos,
  14. Cada cultura tiene sus costumbres alimenticias especí­ficas, es cierto. Debemos, por tanto, respetar la de los japoneses. Lo que ocurre es que existen tratados internacionales para la protección de animales en peligro de extición, y los paí­ses desarrollados deberí­an dar el ejemplo en el cumplimiento de los mismos. Un paí­s puede rehusar ser signatario de un tratado de este tipo y nadie podrá acusarlo de incumplirlo. Ahora, eso no le exime de su responsabilidad ante las futuras generaciones en el caso de que desaparezca una especie. Pensemos qué pasarí­a si los chinos comieran por placer y no por necesidad (como lo hacen los japoneses) osos panda... La necesidad de alimentarse se impone, por lo que yo no me atreverí­a a criticar a los etiopes o sudaneses si comieran delfin o se zampara an último tiranosaurio rex del mundo. Los comprendo. Ahora, los japoneses no tienen ninguna necesidad de comer delfines, o ballenas, u otra especie amenazada de extinción, como rinocerontes o pandas. Aunque los crí­en para eso. Sencillamente lo hacen por el gusto. Y eso es algo reprobable y abominable. Otra serí­a mi opinión si los delfines no estuvieran amenazados de extinción, como las doradas o lubinas, o los cerdos... Estoy por la aplicación de sanciones contra los gobiernos que no acatan la voz del instinto de supervivencia y propongo las siguientes sanciones: No comprar más estéreos Sony, Toshiba, Panasonic y cualquiera otro producido en Japón. No comprar más Toyotas, Subarus, Nissan, Honda, Kawasakis, Mitsubishis... Y si siguen matando delfines, entonces lo extiendo a las computadoras y otros... ¿Estaré soñando? ¿O borracho? Bueno, quiero decirles que ya yo lo hago...
  15. carcharodoncarcharias

    PARA EL VIERNES

    Llego el abuelo a pasar una semana en casa de su hijo, y tuvo que compartir la cama con su nieto, un muchacho de 20 años. Una madrugada empieza a gritar el viejecito: Pronto! !Tráiganme una mujer! !De prisa, por favor!" Le dice el nieto: Abuelo, por tres razones no es posible traerte una mujer. La primera, por la hora, son las cuatro de la mañana. La segunda, porque eso pondrí­a en peligro tu salud, ya pasas de 80 años. Y la tercera, porque lo que tienes en la mano no es tuyo, es mí­o, suéltamelo"...
  16. carcharodoncarcharias

    PARA EL VIERNES

    Uno de ... A quien le sirva el sayo... Oye, Ramón, ¿qué hora tienes? > > Diez menos diez... > > ¡Entonces no tienes hora! > > > > Se encuentran dos pinareños en la calle y uno le pregunta al otro: > > ¿Por qué caminas con las piernas abiertas? > > Y el otro le responde: > > Porque tengo el colesterol alto > > ¿Y qué tiene que ver la forma de caminar con el colesterol?, dice el otro. > > Es que el médico me dijo: los huevos .... ni tocarlos.
  17. carcharodoncarcharias

    PARA EL VIERNES

    Frase célebre de Woody Allen: "La cocaí­na es mala, porque fecta la memoria y... otras cosas que no recuerdo."
  18. Gran Blanco: Cuando me referí­a a que no tengo nada en común con un Gran Blanco, me referí­a al verdadero tiburón: Estos son esbeltos y fuertes: yo soy flaco y enclenque. Saludos, Fabio
  19. Hola, Karkamaal: Sí­, por la foto de tu avatar puedo decirte que aquí­ le llamamos Dorado a la Llampuga. También lo conozco como Dolphin Fish. En la Corriente del Golfo, frente a la Habana se pesca al troleo o curricaneo (arrastrando el cebo desde embarcación). No conozco a nadie que haya podido capturar alguno dede el malecón, a pesar que la Corriente del Golfo pasa a 500 Mts del Morro. En el malecón puedes observar a muchos pescadores "spinneando" con señuelos, pero la mayorí­a utiliza calamar o sardinas. Yo prefiero las sardinas o un gusano verde y asqueroso que venden frente al Morro de la Habana, pero que a los peces parece serle muy apetitoso. También hay muchos pescadores que utlizan carretes de mano y plomo para pescar con calamar o sardina como cebo. A decir verdad, nunca he sido muy afortunado cuando pesco en el Malecón. Lo mejor que he hecho son algunas rabirrubias de 0.5 Kg y un par de Jureles de 3 Kg, que perseguí­an sardinas con tal frenesí­ que en la persecución chocaban contra el arrecife, y que se le tiraban a cualquier cosa. Mi hijo ha tenido mejor suerte que yo en este lugar. Ha sacado hasta langostas!!! Saludos,
  20. Vaya Janel, tal parece que has "metido la pata" al confesarte en este foro... Ahora va a ser muy dificil disculparte, verás... Te recomiendo que "como quien no quiere las cosas", dejes abierta la página del foro para que ella vea en qué posición te ha puesto... Saludos desde Cuba,
  21. Vale la recomendación de visitar Brico Pesca. Ya la estoy probando. Un Saludo, Fabio
  22. Hola Janel! Insiste! No te arrepentirás. Lo malo es que todo depende de la esposde tu amigo. Hasta donde sé, se pasa más trabajo en convencer una esposa a que nos deje pescar que pescar un marlin con una lí­nea de diez libras! Insiste!!! Saludos, Fabio
  23. Soy nuevo no sólo en el foro, sino en Internet. Me encanta la gente de este foro. Son muy amables!!!. No me equivoqué en inscribirme! Saludos, Fabio
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