Antes de dedicarme a pescar con mi bote en mar, yo entre otras muchas pescas me dio por pescar Lucios, realicé una salida con mi hermano, para aprovechar el día decidimos salir muy temprano, de tal manera que llegamos a “La Fernandina†de noche, este pantano no lo conocía mucho en esos momentos y se me ocurrió dejar el coche en un sitio donde había una valla, al otro lado tenía el resplandor de la luna en el agua tranquila como a unos 500m, con nuestras mochilas y cañas saltamos la valla y tomamos dirección al agua, al poco noto algo blando bajo los pies, pienso “barroâ€, luego seguía de vez en cuando pisando más barro, saco una linterna pues aunque se notaban los bultos con la luz de la luna pero no se apreciaba bien del todo, sorpresa no era barro, eran cacas, joder, que bicho echa cacas tan grandes, pronto salimos de la duda, al bajar otro poco había un montón de toros mas negros que el copetín , nos damos la vuelta y sigilosamente y cagaos de miedo subimos lo que bajamos. Bueno que esto pasa a cualquiera.
El día continuaba fino, pues bajamos por otro sitio ya con las primeras luces del día y la pesca se daba bien sacamos algunos lucios que soltábamos después de medir y pesar. El caso es que había cogido uno de un par de kilos y cuando estábamos soltándolo notamos un ruidillo y unos bufidos que nos recordó la zona, estaban bajando toda una manada de toros bravos hacia la orilla, no otra orilla, nuestra orilla hacia nosotros, bueno que con los nervios y prisas nos dejamos un gancho de acero inoxidable que me había apañado por si saliese el lucio gigante que soñaba. Los toros se pusieron encima de aquel gancho y no tenían prisa en irse, nosotros alejados viendo la situación dimos por perdido el gancho, luego nos fuimos a la recula más cercana, mi hermano se quedo atrasado y yo por delante estaba tirando lances de tal forma que nos veíamos uno en frente del otro. Cuando veo que un toro se separa del resto y va directo hasta donde esta mi hermano, yo le hago señas para que mire detrás y el na de na, lo llamo pero no me escucha, el sigue lanzando y se le clava la rapala bajo el agua en uno de los tantos arbusto secos que hay en el pantano, intenta dar golpes de caña para ver si se suelta, mira para atrás y cuando ve a el toro a unos 15 metros le da tan fuerte a la caña que la parte y se va con la otra mita por la orilla ligerito sin correr pero sin parar. Tío que día nos llenamos de caca, perdimos el gancho (bichero), una rapala y media caña.